Fundación de la Casa del Pueblo de Madrid
Desde 1906, y a iniciativa de la sociedad de albañiles “El Trabajo”, en la organización socialista imperaba la idea de que el Centro de Sociedades Obreras madrileño de la calle Relatores 24 estuviese ubicado en un local mucho más amplio y de su propiedad. Tras barajar diversas posibilidades, se decidió la compra del palacio de los duques de Béjar, sito en el número 2 de la calle de Piamonte, por la suma de 315.000 pesetas. A tan importante cantidad hubo que añadir otras 70.000 para su acondicionamiento, 100.000 para la adquisición del necesario mobiliario e infraestructura, y otras 125.000 para construir en su jardín trasero un gran salón de actos.
Las distintas sociedades obreras madrileñas contribuyeron al pago de acuerdo con sus posibilidades económicas, de cuyo detalle facilitaba rigurosos datos “El Socialista”. Las 110 entidades domiciliadas y los 28.000 asociados merecían el importante esfuerzo realizado, pues el simbolismo que ofrecía la adquisición de un palacio hasta entonces perteneciente a una de las familias más destacadas de la nobleza del “antiguo régimen”, era para éstos impagable. A pesar del general deseo de inaugurar el rehabilitado edificio como acto estelar de los conmemorativos del 1º de mayo de 1908, los problemas derivados del avance de las obras dificultaron tal coincidencia, debiendo de posponerse para los días 28, 29 y 30 de noviembre. Aunque el programa de actos organizados para celebrar el evento dejó palpable muestra del sumo interés que las organizaciones obreras ponían en ello. Participaron de manera activa no solamente todos los líderes representantes de las sociedades adheridas a la nueva entidad, sino numerosos de las organizaciones socialistas de toda España y el extranjero, que fueron invitados expresamente. Una multitud de trabajadores, como los testimonios gráficos demuestran, acompañaron a todos y cada uno de los actos programados hasta donde la capacidad de los locales lo permitió. Pero, tras los discursos formales del día anterior, el 29 se celebró una popular y concurrida manifestación en la que se trasladaron solemnemente las banderas y estandartes de las organizaciones obreras desde el antiguo local de la calle Relatores hasta la nueva sede de la de Piamonte. Por la tarde los obreros pudieron visitar las nuevas dependencias de la que sería ya “su casa”, para despedir al día siguiente el intenso programa de actos con un masivo mitin nocturno en el Frontón Central –puesto que aún carecía el edificio de un gran salón de actos–, siendo entonada La Internacional por parte del Orfeón Socialista, acompañada por el numeroso público asistente. Aquel edificio recién estrenado fue un verdadero orgullo de los obreros españoles durante algunos años. Pocos, realmente, pues ya de entrada se comprobó que su insuficiente capacidad obligaba a que determinadas secretarías y sus servicios tuvieran que ser ofrecidos en locales alquilados de las proximidades de la calle de Piamonte. La carencia de un amplio salón de actos, a imagen de los modernos cinematógrafos, era un claro ejemplo. Además, pronto sufrió las consecuencias de las decisiones gubernamentales, que ordenaron su clausura en numerosas ocasiones, como ocurriría a los pocos meses de ser inaugurada, cuando en el verano de 1909 partido y sindicato acordaron secundar la huelga general prevista para el 2 de agosto. O en 1934, como consecuencia de la represalia de la revolución de octubre.
Las Casas del Pueblo fueron locales sociales de concienciación doctrinal y sede de las secretarías de las organizaciones obreras, tanto políticas como sindicales; escenarios de reuniones, mítines, Congresos y jornadas formativas; dispuestos de ambientes dedicados a bibliotecas, salas de lectura, teatros, asociaciones artísticas y entidades deportivas; espacio sustitutivo de la popular taberna; despachos de abogados expertos en cuestiones laborales y de orientación política; sociedades de socorros y mutualidades, cooperativas de consumo y producción. Constituyeron, en definitiva, una nueva forma de ser y actuar de los seguidores del socialismo europeo, que se prolongaría hasta la toma de los pueblos y ciudades españolas por parte del ejército sublevado contra la República, que acabó con ellas. La de Madrid, por ejemplo, fue ocupada por fuerzas militares para instalar en sus despachos y oficinas los Juzgados de la Primera y Segunda Inspección, dependientes de la Capitanía General de la Primera Región militar. Tras sucesivas demoliciones, en 1953 se llevó a cabo el derribo definitivo del edificio.