Endériz Olaverri, Ezequiel

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Endériz Olaverri, Ezequiel

Cargo: Miembro de UGT

Nacimiento: 30/11/1889, Tudela, provincia de Navarra

Fallecimiento 8/11/1951, París (Francia)

Biografía:

Hijo de Ezequiel Endériz Elduayen (Badostáin) y Serapia Olaverri Aramendia (Pamplona).
Pasó su niñez y adolescencia en Pamplona, donde el joven Endériz mostró muy pronto un gran interés por la literatura, el teatro, la música y el periodismo. De hecho, ya en 1906, con sólo 17 años, al parecer participó en la fundación de La Pulga. Insectillo semanal que aparecerá puntual (Si no hay algún animal que le arrime un pisotón), cuya vida fue breve, aunque al menos llegó al número 10.
En 1907, y probablemente antes, colaboraba en el periódico canalejista pamplonés El Demócrata Navarro, pero después, aunque no se sabe exactamente cuándo, se trasladó a Barcelona. Aquí habría contado con el padrinazgo de Alejandro Lerroux y fue crítico taurino de El Liberal. En 1912 pasó a la redacción madrileña de este periódico y publicó el libro de poesías Lluvia de luz, que fue glosado por El Eco de Navarra. Aunque residía fuera de Navarra, Endériz seguía de cerca los acontecimientos de su tierra y en 1916 publicó decenas de artículos en el periódico liberal pamplonés El Pueblo Navarro. En algunos de ellos arremetió contra los carlistas, con quienes más adelante tuvo una polémica, a propósito de las elecciones provinciales del 12 de marzo de 1917. Entonces mostró en El Liberal su satisfacción por la victoria de los liberales en dichos comicios y la presentó como una consecuencia de la labor desplegada años antes por el republicano Basilio Lacort Larralde.
Entre 1912 y 1918 Endériz publicó varios libros con sus trabajos literarios (novela, poesía, drama y sainete) y biográficos (El Mariscal Foch). Otro, La Revolución rusa. Sus hechos y sus hombres (1917), fue prologado por Luis Araquistáin. En él trata de las causas de la revolución, esboza las semblanzas de Kerensky y Kornilov y termina con capítulos dedicados al feminismo y la nueva situación política rusa. En ese momento era partidario de Kerensky y consideraba que debía ponerse de acuerdo con Kornilov. A su juicio, el peligro para la revolución eran los bolcheviques, por defender una paz separada.
Aún así, a partir de septiembre de 1918 dirigió en Madrid Las Izquierdas, que perseguía estimular la colaboración entre los republicanos y los socialistas desde una perspectiva radical y revolucionaria. Asimismo pasó a colaborar en el efímero El Soviet. Periódico revolucionario, cuyo primer número salió en diciembre de ese año y, además, después se mostró firme defensor de los bolcheviques e incluso, como veremos, se declaró amigo de Trotski, al que habría entrevistado en Madrid. De este modo, Endériz fue uno de los republicanos de extrema izquierda que se adhirió a la vía revolucionaria seguida en Rusia para con el objeto de implantar en España una república sustentada en las masas obreras. Por entonces Endériz quiso participar en la política activa y así intentó presentarse a las elecciones generales de 1918 por la circunscripción de Pamplona. En 1919 intervino en la creación del primer Sindicato Español de Periodistas y Empleados Administrativos, adherido a la UGT, y fue elegido su presidente. Como tal, tomó parte activa en la huelga general de periodistas de finales de dicho año. Fue director del Nuevo Diario, el periódico editado por los huelguistas, y participó en el mitin que éstos celebraron el 7 de diciembre en el salón Olimpia de Madrid. La huelga fracasó y Endériz y otros compañeros de El Liberal fundaron, bajo el patrocinio de Santiago Alba, La Libertad, que se iba a caracterizar por un republicanismo izquierdista. Por aquel tiempo fue apartado de la dirección del Sindicato de Periodistas y empezó a vincularse con los dirigentes anarcosindicalistas (Pestaña, Piera, Seguí, Bajatierra, Samblancat y otros), con los que aparece en una conocida fotografía de 1920. De todos modos, siguió en La Libertad y al parecer fue su corresponsal en la guerra de Marruecos. Un artículo suyo, «Las luchas del socialismo» (La Libertad, 19-II-1920), tras el triunfo de la candidatura socialista en las elecciones municipales en Madrid, tuvo no poca repercusión. En él afirmaba que el éxito alcanzado había servido para agravar la división interna del PSOE entre los partidarios de la II y la III Internacional. El popio Endériz aseguró que recibió más de quince cartas con expresiones de aprobación, consejos y condenas que le hicieron escribir otro artículo, «El pleito socialista. Aclaraciones pertinentes» (La Libertad, 25-II-1920). En él se ratificó en lo dicho en el anterior y, además, afirmó que, aunque ingresara en la III Internacional, el PSOE no podría cumplir los objetivos de ésta, «por ser, en su estructura, en su funcionamiento y en su ideología, un Partido Socialista ‘conservador’, ‘derechista’ y ‘mayoritario’». Además, dejó palmariamente claro cuáles eran sus preferencias entre las dos facciones al postular el ingreso en la III Internacional.
Durante la dictadura de Primo de Rivera Endériz intentó ingresar en la masonería, en concreto en la Gran Logia Regional del Nordeste de España de Barcelona, pero el 17 de abril de 1925 seis integrantes de la logia Liberación informaron a su gran maestre «que no le conceptúan digno de ostentar el honroso título de masón por su conducta completamente contraria a nuestros sagrados principios». Por aquellos años viajó por varios países europeos como corresponsal y publicó algún libro como Siete Viajes por Europa (1924). Cuando a finales de 1930 salió La Tierra entró en su redacción. Uno de los artículos en este periódico, «La infancia de Manolito», estuvo destinado a descalificar a Manuel Azaña, pues en él trató de demostrar el presunto instinto de crueldad del jefe del Gobierno. No obstante, el testimonio de Eduardo de Guzmán parece desmentir que el periódico estuviera al servicio de March para desprestigiar a la República. Por Guzmán sabemos que, al enterarse del incendio de las iglesias y conventos en mayo de 1931, «Endériz, agresivo, polémico, demoledor… republicano de tradición, anticlerical de convicción y razonamiento», los deploró porque sólo podían favorecer a los enemigos del régimen.
A principios de 1933 fue uno de los casi cien escritores, periodistas, etc. que suscribieron el manifiesto de la recién constituida Asociación de Amigos de la URSS. Durante los años de la Segunda República continuó estrenando obras. Entre ellas, en el teatro de la Zarzuela de Madrid en 1933, La Guitarra de Fígaro, con su paisano Joaquín Fernández Roa, actor y antiguo colaborador de La Pulga. Asimismo, fue secretario del consejo de administración de la Sociedad General de Autores de España hasta 1935, año en el que publicó Guerra de Autores, sobre, en palabras suyas, el mundo de pasiones, odios, envidias que surgían entre los escritores a causa de sus obras. Para acabar con esta situación propuso crear una Liga de defensa del autor y fundar una publicación mensual, El defensor del autor.
Sobre su adscripción ideológica concreta en ese momento sabemos que en la primavera de 1935 La Tierra trató de acercarse a Martínez Barrio, que ya había fundado Unión Republicana con los escindidos del Partido Radical. Al mismo tiempo Endériz cambió de actitud respecto a Azaña y en el folleto El Pueblo con Azaña cantó las excelencias del futuro presidente de la República. La aproximación de La Tierra a la Unión Republicana fracasó y el periódico, falto de fondos, desapareció. No obstante, Endériz siguió los contactos con Martínez Barrio y le envió una carta, fechada el 18 de febrero de 1936, en la que le dice que «para los veteranos radicales que supimos conocer a tiempo el peligro y abandonar el mal camino usted ha sido nuestro jefe». Poco después, Endériz se entrevistó con el político sevillano, que aceptó su propuesta escribir un libro sobre él.
Presumiblemente Endériz se afilió a Unión Republicana, pero, en cualquier caso durante la Guerra Civil estuvo vinculado a sus antiguos compañeros anarcosindicalistas, pues colaboró, entre otros periódicos, en Solidaridad Obrera, CNT, Umbral y Nuestra Lucha. En el primero de ellos hizo famosa la sección «La Máscara y el Rostro», en donde arremetió contra los toreros que huían de la zona republicana, motejándolos de señoritos, fascistas, etc. También atacó al general Moscardó, anticipando sin saberlo el nombre de Guzmán el Bueno con el que se le conoció en la zona franquista. Más adelante, a finales de 1937, criticó la política de protección de los religiosos del entonces ministro de Justicia, su paisano Manuel Irujo Ollo, a quien había escrito una carta en 1916. Para entonces había intervenido en el Congreso extraordinario de la Confederación Regional de Cataluña (Barcelona, 23-II/3-III-1937), en nombre de los periodistas de la CNT. En él presentó un informe contrario al oficial, lo que le valió dejar la redacción de Solidaridad Obrera. De todos modos, siguió colaborando en otras publicaciones anarquistas. Así, escribió el artículo «La enseñanza, evangelio de los pueblos modernos» en la obra La Escuela Nueva Unificada (Barcelona, 1938). También es autor del libro propagandístico Teruel (Barcelona, 1938) y del Prólogo del de A. Gómez Mangada ¡España sangra!, editado por el Comisariado de Propaganda de la Generalitat de Catalunya.
Una vez terminada la guerra, Endériz se instaló por algún tiempo en Toulouse, donde trabajó en el semanario L’Espagne Republicaine y publicó Fiesta en España (1948) y El cautivo de Argel (1949). No sabemos exactamente cuándo se trasladó a París, donde colaboró en algunos periódicos y con el seudónimo «Tirso de Tudela», junto al conocido padre Olaso, en las emisiones en castellano de Radio París. También participó en la creación de la revista I.B.E.R.O., de Ignacio Barrado, en la que escribió varios artículos poco antes de su muerte en 1951. Dos años antes, en octubre de 1949, todavía la Comisaría General Político-Social de la Dirección General de Seguridad pidió al Director General de Servicios Documentales que se le notificase sus antecedentes masónicos, que son los que se han expuesto más arriba.
Sobre la personalidad de Endériz tenemos juicios contrapuestos. Azaña lo trata con dureza y desprecio. El 5 de junio de 1937 el presidente de la República recordó en su diario la negativa semblanza que había trazado de él en 1931 en La Tierra, y el laudatorio folleto de 1935, El Pueblo con Azaña, en el que había dicho que era «un dios o un semidios, y que merezco manejar el rayo». Azaña terminaba la referencia al navarro de la forma siguiente: Ahora, como otra vez hay revolución, Endériz (a quien no conozco ni de vista) y los demás folicularios de La Tierra, huyendo de Madrid, han ido a volcar su podedumbre en La Soli, de Barcelona, donde, con sus firmas, han reaparecido los antiguos temas de difamación y de escarnio que tanto gustaron en el periódico de March. En realidad, deben estar furiosos conmigo, porque, en seis años, no he querido sobornarlos.
La opinión de su amigo Ignacio Barrado deja mejor parado al polifacético escritor tudelano, pero con todo también su retrato pone de manifiesto su carácter contradictorio y cambiante. Por su parte, González Ruano, que lo calificó de «autor teatral y periodista batallador… hombre revuelto de mesas de redacción y de bastidores», expresó su sentimiento por la muerte del escritor navarro, «con quien me unió en mis años de vida en Francia, tanta amistad como enemistad me desunió de él anteriormente en la vida madrileña».

Fotografía: Archivo fotográfico FPI

Fuentes:

A. GARCÍA-SANZ MARCOTEGUI, Diccionario biográfico del socialismo histórico navarro (I). Pamplona, Universidad Pública de Navarra, 2007, pp. 480-490; J. RUIZ PÉREZ, “Soviet y República. La lógica insurreccional de la extrema izquierda republicana durante el trienio bolchevista”, en Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea: Movimientos sociales en la España contemporánea, Vitoria, 20 a 22 de septiembre de 2006 (Edición digital)