Castro Delgado, Enrique

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Castro Delgado, Enrique

Nacimiento: 14/9/1908, Madrid, provincia de Madrid

Fallecimiento 2/1/1965, Madrid, provincia de Madrid

Biografía:

Ingresó en el Partido Comunista de España en 1925 y hasta 1944 desarrolló dentro de él toda su actividad, tanto política como periodística. En 1932 fue elegido miembro del Comité Provincial de Madrid. A comienzos de 1936 comenzó a trabajar como redactor en Mundo Obrero, el órgano oficial del PCE, que por entonces dirigía Jesús Hernández. Se encargaba de la información laboral, y a veces firmaba con el seudónimo de «Alberto Monroy».
Al comenzar la Guerra Civil participó en la creación del V Regimiento de Milicias Populares, del que fue su primer comandante. Cuando el también comunista Vicente Uribe fue nombrado ministro de Agricultura en septiembre de 1936, Castro fue designado director general de reforma agraria. Se convirtió en responsable militar del PCE en Madrid cuando el Buró Político del Partido se trasladó a Valencia en noviembre de 1936. Se le eligió miembro del Comité Central del PCE en marzo de 1937. Después ocupó el cargo de subcomisario general de Guerra. Por lo tanto, durante estos años, su actividad político-militar lo apartó del mundo del periodismo.
Abandonó España en marzo de 1939, en avión, rumbo a Francia. De allí viajó a la Unión Soviética para incorporarse a la Internacional Comunista (Komintern) como representante del PCE. Durante unos meses fue el secretario político del secretario general del Partido, José Díaz. Se le designó responsable del sector español de la sección de escucha de emisoras extranjeras que se creó en la Komintern tras el estallido de la guerra entre Alemania y la Unión Soviética en junio de 1941. Después, en otoño, cuando la Internacional Comunista se trasladó a Ufá (capital de Bashkiria, al pie de los Urales), Castro Delgado pasó a ser el director de Radio España Independiente, Estación Pirenaica, la emisora clandestina que había nacido oficialmente el 22 de julio de ese año como parte de una red de emisoras similares que la Komintern creó para transmitir hacia los países ocupados por los nazis o sometidos a gobiernos filofascistas (como era el caso de España).
En la Unión Soviética, Castro (que había llegado a tener una posición tan preponderante en la jerarquía del PCE) fue adquiriendo unos puntos de vista cada vez más críticos con la realidad del país, con el funciona- miento de la Komintern, con la situación de los colectivos de exiliados españoles y con la dirección de su partido. En ello coinciden tanto las memorias del propio Castro, como los documentos de época existentes en el Archivo Histórico del PCE. A este desengaño ideológico se unían ambiciones personales insatisfechas, pues Castro se consideraba relegado frente a un grupo muy amplio de personas que se hallaban por encima de él con menores méritos.
En 1944 fue separado del Comité Central del PCE y de su trabajo en Radio España Independiente, acusado de ayudar a Jesús Hernández en su conspiración para hacerse con la Secretaría General del Partido. Consiguió salir de la Unión Soviética y llegar a México en el otoño de
1945. Allí abandonó el PCE y con el tiempo llegó a convertirse en un visceral anticomunista.
Escribió dos libros de memorias que fueron considerados por el franquismo lo suficientemente anticomunistas como para ser publicados en España en plena dictadura: La vida secreta de la Komintern: cómo perdí la fe en Moscú (publicado por Ediciones y Publicaciones Españolas en 1950 y reimpreso en 1964 por Luis de Caralt con el título de Mi fe se perdió en Moscú ) y Hombres made in Moscú (Luis de Caralt, 1963). En el prólogo de 1964 se anunciaba la próxima publicación de una tercera parte, titulada La penitencia de los apóstatas, que no llegó a ver la luz. Su primer libro llegó a tener cierta repercusión, fue publicado en inglés y en francés, y con los derechos de autor que le proporcionó instaló una imprenta, que funcionó a pleno rendimiento, permitiéndole llevar un nivel de vida que contrastaba con la precariedad en que se desenvolvían sus antiguos camaradas. De hecho, se le buscaron vínculos con el Departamento de Estado norteamericano y con la CIA, que promocionaban (y a veces financiaban) todo material de cualquier disidente que les sirviera para realizar la contrapropaganda de la realidad soviética. Al parecer, la Embajada estadounidense en México le encargó la redacción de artículos sobre las relaciones hispano-norteamericanas para una nueva revista sufragada probablemente con fondos del Departamento de Estado.
No obstante, durante algunos años Castro colaboró con el propio Jesús Hernández y con otros comunistas españoles heterodoxos (que habían abandonado el PCE o habían sido expulsados) para crear una plataforma disidente y una publicación que difundiera su pensamiento. La plataforma fue el Movimiento de los Círculos de Acción Socialista, y la revista Democracia, subtitulada «órgano de Acción Socialista en México». Sus páginas se proclamaban abiertas a «cuantos demócratas españoles deseen hallar en la libre discusión, en diálogo cordial con otros compañeros, sean de origen liberal, republicano, socialista, anarquista o comunista anti-Kominformista, la política más apropiada, la táctica más correcta y el programa más conveniente en la lucha inmediata por el rescate de las libertades proscritas en nuestra patria y por un mañana de socialismo auténticamente humano y español». Castro fue elegido director, pues se había ofrecido a tirar la revista a su costa, poniendo el papel, imprimiéndola en sus prensas y corriendo con los costes de distribución.
Democracia llegó a tener una tirada de 1.000 ejemplares, de los que 250 se enviaban a Francia, 50 al Norte de África y 10 respectivamente a Nueva York, Chile, Venezuela, Cuba, Canadá, Australia, Bélgica e Inglaterra. Unos 650 ejemplares se repartían en México. La distribución se realizaba por correspondencia. Pero las desavenencias en el grupo fundador, y en particular entre Enrique Castro y Jesús Hernández debido a la línea editorial de la publicación (Castro se llegó a declarar antimarxista) y a las relaciones del nuevo partido con la Yugoslavia de Tito (que Hernández apoyaba y Castro rechazaba), dieron al traste con el proyecto. Castro abandonó Democracia y pasó a publicar un periódico, El Español, que era su plataforma personal. Lo editaba él mismo, con la infraestructura de su imprenta, y lo distribuía por correo.
Castro regresó a España en septiembre de 1963, gracias a las gestiones de Juan Fernández Figueroa, director de la revista Índice, ante el entonces ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne. Y colaboró regularmente en el diario católico Ya, con el seudónimo de
«Jorge Manrique». Falleció el 2 de enero de 1965, en un chalet de las afueras de Madrid. [LZF]

Bibliografía
Castro Delgado, Enrique, Hombres made in Moscú, Barcelona, Luis de Caralt 1963.
— Mi fe se perdió en Moscú, Barcelona, Luis de Caralt, 1964.
Hernández Sánchez, Fernando, Comunistas sin partido, Las Rozas (Madrid), Raí- ces, 2007.
Zaragoza Fernández, Luis, Radio Pirenaica: la voz de la esperanza antifranquista, Madrid, Marcial Pons, 2008.

Véase además Castro Delgado, Enrique (Diccionario biográfico del socialismo español 1879-1975)