Comienza la campaña “O todos o ninguno”
La postura del PSOE ante la guerra en Cuba, desde su comienzo el 24 de febrero de 1895, venía caracterizada por la frontal oposición a la guerra como tal, por la oposición a un conflicto en el que al trabajador nada le iba en ello y por la crítica al falso patriotismo de la clase burguesa. El anticolonialismo (entendido como solidaridad entre los oprimidos), característico del movimiento proletario, acentuaba estos rasgos. Estos tres puntos quedaban aunados en la idea única de que a la guerra iban obligados los obreros, dejando sus puestos de trabajo para defender una patria de la que salían beneficiadas las clases burguesas. Además, según iba avanzando el conflicto quedaban más evidentes las exenciones de las que disfrutaban los burgueses a la hora de incorporarse a filas.
El Congreso de la Segunda Internacional (conocido como Congreso Internacional Socialista de Trabajadores y Cámaras Sindicales Obreras) celebrado en Londres del 26 al 31 de julio de 1896 trató el tema de la guerra en general como una parte más del sistema capitalista, entendiéndola como el resultado de los enfrentamientos económicos ente las clases dirigentes mundiales, abogando por la supresión de los ejércitos permanentes (es el pueblo el que debe estar armado) y la instauración de un Tribunal internacional de arbitraje de los posibles conflictos.
Mientras tanto, la campaña cubana continuaba consumiendo vidas a un ritmo alarmante, cebándose en la tropa compuesta por los hijos de la clase trabajadora. Así, en septiembre de 1897, se lanzó la campaña “O todos o ninguno” con el artículo titulado “¡Asesinos!”. El Comité Nacional del PSOE hizo suya esta postura con otros artículos, esta vez formado por Pablo Iglesias, publicado días después en El Socialista y en La Lucha de Clases. Todas las agrupaciones socialistas se suman a este llamamiento salvo las de Cataluña, donde se encontraban suspendidas las garantías constitucionales. Numerosos mítines fueron celebrándose a lo largo de la geografía española, especialmente durante el mes de octubre.
El PSOE llegará a apoyar las medidas tomadas por Sagasta a finales de 1897, acuciado por la presión interna, como serían el relevo de Valeriano Weyler como capitán general de Cuba y la concesión de la autonomía a la isla caribeña.
La postura socialista pasará a redefinirse abandonando las reivindicaciones cubanas y centrándose en la oposición a la guerra como tal.
Desde el 12 de marzo de 1898 se deja publicar la columna dedicada a “Ni un soldado más a Cuba”. Y ya desde la entrada en el conflicto de la potencia de Estados Unidos, ampliándolo hasta los territorios de Filipinas, llevaron al PSOE a tener que enfrentarse a una ola de patriotismo y belicismo triunfalista que recorrió todo el territorio español, incluyendo a los republicanos, aliados anteriores, continuando con su apuesta por la defensa de la fraternidad entre los trabajadores, esta vez con los norteamericanos, así como la negación de la guerra como solución a los conflictos entre países. La llegada de las noticias con las primeras derrotas frente a los norteamericanos fundamentará aún más la opinión socialista del carácter absurdo del conflicto contra una potencia tan superior a España, exigiendo la paz desde el propio Comité Nacional, impulsor de nuevos mítines pacifistas, pero se verán frenados por la suspensión general de las garantías constitucionales. A partir de entonces El Socialista comenzará a criticar tanto las condiciones de paz impuestas por EEUU así como por las condiciones de repatriación de los soldados españoles. Pese a la derrota, el socialismo apostará por éste como un momento de oportunidad para la clase trabajadora, concentrada ya en España y no en otros territorios y con una burguesía que ha sido derrotada en ultramar mostrando sus debilidades frente a otras burguesías extranjeras, con la esperanza de que recapacite y dirija a España hacia una economía moderna en la que el proletariado pueda crecer hacia su pleno desarrollo.