12º Congreso del PSOE en el exilio

A pesar de lo que frecuentemente se ha repetido, el nuevo socialismo español no arrancó del famoso Congreso de Suresnes de octubre de 1974. Éste no fue sino el efecto de un intenso proceso transformador que se venía gestando desde mediados de los años sesenta, pasando por los Congresos preparatorios del partido de 1970 y 1972, y el de UGT de 1971, que supusieron tanto un cambio político como generacional. Se salvó de este modo la difícil coexistencia de los viejos dirigentes que, alejados de la realidad cotidiana, pasaban su tiempo discutiendo, proponiendo y conspirando en charlas de café, enfrentados a una joven militancia que actuaba en la diaria lucha en centros de trabajo, estudio y asociaciones vecinales. Esos fueron los verdaderos motivos de la escisión entre “renovadores” e “históricos” y los de la sustitución del hasta entonces equipo dirigente de partido y sindicato, capitaneados desde 1944 por su veterano secretario general, Rodolfo Llopis, defensor de un férreo anticomunismo y una resistencia pasiva al franquismo.

Tras el 28º Congreso de la UGT, celebrado en Toulouse en agosto de 1971, Llopis sabía que los delegados al Congreso del partido del año siguiente le iban a plantear también que en la nueva ejecutiva hubiese mayoría de socialistas del interior, lo que, en su opinión, significaría su fin en la organización. Por este motivo se negó a convocar el Congreso Federal del PSOE de 1972. Una de las excusas que adujo fue la publicación de un crítico artículo, en el mes de mayo de 1972 y en la edición del interior de “El Socialista”, competencia de la organización sevillana, titulado “Los enfoques de la praxis”, y cuyo autor era Alfonso Guerra. En sus líneas criticaba la inacción política de los veteranos exiliados, desconocedores de la realidad interna del país, por lo que los jóvenes rebeldes del interior intentaban arrebatarles su protagonismo con un mayor conocimiento de ella, incitando a la lucha interna en contra de las viejas estructuras del partido. Tal artículo provocó la inmediata reacción de Llopis, exigiendo la rápida rectificación y la consiguiente sanción para el autor. El secretario general recibiría poco después la oportuna respuesta negativa a aceptar sus exigencias, en forma de carta firmada por “Juan” (Nicolás Redondo), cuyo texto había sometido a la consideración de González, Castellano, Múgica y Rubial. Aquello significó el enfrentamiento definitivo entre los veteranos dirigentes del exilio y los jóvenes militantes del interior.

Por este motivo, Llopis no asistiría a las sesiones del 25º Congreso, de agosto de 1972, al que declaró “congreso sedicioso”. Las resoluciones aprobadas contenían una carga ideológica importante, subrayando la inspiración marxista y la vigencia de la lucha de clases. El grupo de jóvenes socialistas del “interior” disputó la dirección del partido a los que llevaban ya demasiado tiempo ocupándola desde Toulouse, con su imprescindible protagonismo como mejores conocedores de la realidad española del momento, así como defensores del necesario acercamiento a los opositores comunistas. Venció en la disputa, eligiéndose una doble comisión ejecutiva: la formada por Juan Iglesias (secretario de Organización), Fernando Gutiérrez (de Administración), Arsenio Jimeno (de Propaganda y Prensa), Francisco López del Real (de Relaciones) y Carmen García Bloise (de Formación del Militante); y la del “interior”, que la compondrían Nicolás Redondo, Felipe González, Pablo Castellano, Enrique Múgica, Ramón Rubial, Guillermo Galeote, Eduardo López Albizu, Agustín González y Alfonso Guerra.

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