Clausura del 28º Congreso del PSOE
El 28º Congreso del PSOE se celebró en Madrid, del 17 al 20 de mayo de 1979, en medio de una especial relevancia por coincidir con un tenso debate interno sobre la orientación ideológica del partido, a pesar de que acababa de ser aprobada la Constitución y el partido era respaldado por cinco millones y medio de votos. El último verano, Felipe González había anunciado inesperadamente a la prensa en Barcelona, que pensaba “retirar la palabra marxismo de la resolución política del partido”, sin consultarlo en el seno de la ejecutiva. Sus declaraciones despertaron la alarma en la organización, en la que se vio potenciada la llamada “corriente crítica” como reacción. Al mismo tiempo, los resultados electorales de las generales y municipales de marzo y abril no lograron alcanzar las favorables expectativas declaradas, si bien el pacto postelectoral con el PCE tras las últimas, mitigó en parte la sensación de fracaso.
Iniciado el Congreso, la mayor atención, tanto de los mil delegados participantes como de los medios de comunicación, se centró sobre la resolución política, que sostenía el carácter del partido “de clase, de masas, marxista, democrático y federal”, siendo defendida en el plenario por el delegado madrileño Francisco Bustelo, mientras era desechada la enmienda presentada por la delegación sevillana. Fue por tanto aprobada la primera por una amplia mayoría (61% a favor, 31% en contra, y 6% de abstenciones), al tiempo que acompañada por una ovación de los delegados puestos en pie, que interpretaron de manera espontánea “La Internacional”. Ante tan previsible éxito, González, quien ya había efectuado previamente ciertas declaraciones rechazando el exclusivismo marxista, ni siquiera intervino en el turno en contra, aunque sí tuvo una vibrante intervención en la que incluyó su rotunda afirmación “¡Hay que ser socialistas antes que marxistas!”, antes de dar paso al sorpresivo anuncio de su renuncia a presentar candidatura para ser reelegido primer secretario, pidiendo a sus seguidores no figurar en lista alguna.
Así se hizo, por más que los líderes de la ponencia triunfadora (Francisco Bustelo, Luis Gómez Llorente, Pablo Castellano y Enrique Tierno Galván) intentaran formar una candidatura de integración que se hiciera cargo de la dirección. Insistieron sin resultado para que Felipe González aceptara encabezarla, siéndole propuesto en segundo lugar a Alfonso Guerra, quien tampoco aceptó. Sin embargo, la mayor parte de los delegados demandaba una situación paradójica: la resolución aprobada, conservando como líder a González. Finalmente, el Congreso acordaría nombrar una comisión gestora con el mandato de preparar uno extraordinario lo antes posible, tras celebrarse un amplio debate sobre la cuestión en todo el partido. Esta comisión estaría presidida por José Federico de Carvajal, quien ya lo fue también del 28º Congreso, Carmen García Bloise, Ramón Rubial, Antonio García Duarte y José Prat.
Lo que sin embargo sí obtuvo el triunfo congresual, fue la moción sevillana a la ponencia estatutaria que debilitaba las posibilidades de expresión de las bases, reiterando la negativa a las tendencias y rechazando las “corrientes de opinión”. Se modificó asimismo el sistema de representación en los Congresos, según la cual los delegados no procedían de las agrupaciones sino de las federaciones provinciales y regionales, que tenían un jefe de delegación como único portavoz. Su voto sería a partir de entonces desigual, pues cada uno de ellos contaba tanto como afiliados tenía la organización que representaba.