Reconocimiento de la Internacional Socialista

El 6 de enero de 1974 el secretariado de la Internacional Socialista decidió el reconocimiento del Congreso anunciado por el sector mayoritario del PSOE para celebrarse el siguiente mes de agosto frente al convocado posteriormente por el secretario general, Rodolfo Llopis, opuesto al primero, y al minoritario grupo formado alrededor de Tierno Galván.

El proceso de renovación del PSOE tuvo como puntos de referencia los Congresos de 1970, 1972 y 1974, que por fin se retrasaría a octubre. Las sucesivas detenciones de las ejecutivas habían dificultado el funcionamiento orgánico del partido en el interior, inclinando el peso de su estructura hacia el exilio, al tiempo que nuevos núcleos de jóvenes trabajadores y estudiantes incrementaban los antiguos grupos de militantes, sintonizando con los ideales socialistas. Al mismo tiempo, se había ido produciendo una importante evolución de la opinión pública, perdiéndose el miedo de los duros años de la posguerra, coincidiendo con la salida de España en busca de mejores oportunidades de vida de muchos cientos de miles de trabajadores. Fueron de este modo adquiriendo nuevas experiencias laborales, sindicales y políticas, coincidiendo con las nuevas posibilidades de conocimientos y comunicación aportadas por el turismo que empezaba a llegar a España.

A partir de 1970, determinados grupos de estos jóvenes recientemente adscritos comenzaron a cobrar un mayor protagonismo en la estructura del partido, con lo que la organización clandestina del interior fue retomando peso e iniciativa, imprimiendo una mayor dinámica a los acuerdos y acciones políticas conjuntas con las diferentes fuerzas de la oposición, en contraste con la actitud recelosa y pasiva de los sectores del exilio que encabezaba Rodolfo Llopis, quien ostentaba la secretaría general desde los años 50. Ya en el 24º Congreso de 1970, celebrado en la localidad francesa de Toulouse, el abogado laboralista sevillano Felipe González mantuvo un largo enfrentamiento dialéctico con Llopis, que se prolongó durante más de cinco horas, aunque siguió siendo elegido secretario general. No obstante, dos años más tarde no asistió a la siguiente reunión congresual, en la que se produjo de hecho la ruptura entre las direcciones del interior y el exilio. Así se llegó a la celebración del 26º Congreso en las afueras de París (Suresnes), en octubre de 1974, cuando ya la Internacional Socialista había reconocido expresamente al sector mayoritario, enviando a sus reuniones a destacados líderes mundiales –como Mitterand, Altamirano, o el secretario de la Internacional Socialista, Bruno Pittermann–, y en el que se dio un impulso definitivo a la renovación del socialismo español. La nueva ejecutiva fue encabezada, como primer secretario, por Felipe González –al que acompañaban Nicolás Redondo, como secretario de Organización, y una serie de jóvenes líderes como Alfonso Guerra, Enrique Múgica, Guillermo Galeote, Agustín González, Juan Iglesias, José María Benegas, etc.– trazando un proyecto político preciso destinado a convertir el PSOE en el principal protagonista de la democratización de España, así como posibilitar su acceso a las responsabilidades de gobierno.

El peso de la organización retornó definitivamente al interior, contribuyendo a una eficaz coordinación de todas las fuerzas políticas de oposición democrática que preparaban una alternativa al régimen.

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