Revolución de Octubre de 1934

El 5 de octubre de 1934 daba comienzo una huelga general en protesta por el ascenso al poder de las posiciones más de ultraderecha de la política española, que desembocaría en un importante movimiento revolucionario, con especial virulencia en Asturias y algo menos en el País Vasco así como en Cataluña pero, en este caso, sin conexión con el movimiento socialista.

Las elecciones generales de noviembre de 1933 (con victoria de los radicales y la CEDA-Confederación Española de Derechas Autónomas-, marcadas por la potente publicidad electoral de los partidos de derechas así como las irregularidades cometidas por estos en zonas rurales, y en las que el Partido Socialista obtuvo únicamente 58 diputados) supusieron un cambio de rumbo para la estrategia política del PSOE. Se distanció de los partidos republicanos acercándose a otros sectores obreros y se apostó por una vía más revolucionaria destinada a frenar el ascenso del fascismo. Ante esta nueva posición surgieron disensiones dentro del socialismo. Julián Besteiro, opuesto a esta radicalización, fue apartado de la directiva en enero de 1934, e incluso dentro de los que sí la apoyaban, como Largo Caballero e Indalecio Prieto, se acentuaron las diferencias.

También, principales figuras del republicanismo como Azaña, Martínez Barrio o Maura mostraron su oposición a la deriva del gobierno de Lerroux, rompiendo cualquier colaboración en aras de la defensa del República del 14 de abril.

El hecho que desencadenó la respuesta revolucionaria fue la entrada en el gobierno de Alejandro Lerroux de tres ministros de la CEDA, dispuestos a acabar con las reformas que desde 1931 se habían ido realizando en la sociedad española, por demanda de su líder Gil Robles. Así, en la madrugada del 4 al 5 de octubre daba comienzo una huelga general en todo el territorio nacional.

Las zonas rurales del sur y centro peninsular no se sumaron de forma significativa al movimiento, cansado ya de varios años de movilizaciones campesinas auspiciadas por la CNT y por la reciente huelga del campo del mes de junio pasado convocada por la FETT-UGT (saldada con cerca de diez mil detenciones, clausura de sindicatos y sustitución de ayuntamientos). En cambio, en los núcleos urbanos sí hubo una importante respuesta, actuando mediante huelga pasiva o por enfrentamiento directo contra las autoridades, llegándose incluso a crear nuevas formas de relación social como claro ejemplo de revolución socialista.

En Asturias la Alianza Obrera, formada por los dos grandes sindicatos, UGT y CNT, tuvo relativo éxito al principio con toma de cuarteles de la guardia civil, llegando a ser necesario el envío de las tropas africanas para sofocar las protestas revolucionarias, provocando con ello una sangrienta represión que causó la muerte de más de 1.500 personas así como el encarcelamiento de cerca de 30.000, terminando el movimiento revolucionario dos semanas después de su inicio.

En Cataluña, la Generalitat, presidida Lluís Companys, aprovechó la coyuntura para proclamar el Estado catalán “dentro de la República federal española” el 6 de octubre, aventura que terminó un día después por la actuación de las tropas de la República.

El camino quedaba expedito para la CEDA y Gil Robles, minando poco a poco los avances de la República desde 1931.

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